Marta Perruca

Marta Perruca

              Mi blog: perruquilla.wordpress.com/

Lo que no figura en la agenda de los medios de comunicación de masas no existe. Es algo que se aprende nada más cruzar el umbral de la puerta de la Facultad de Ciencias de la Información. Luego, con los años, te das cuenta de que tener un título de licenciada en periodismo colgado en el salón de tu casa no te convierte en periodista -yo lo tengo y todavía no me considero como tal-. El verdadero periodista se forja en la calle, después de jornadas interminables entre las cuatro paredes de una redacción y  lidiando cotidianamente con responsables políticos y demás agentes sociales en despachos y salas de prensa.

 

Empecé a hacer cayo hace más de una década: Primero como becaria en prácticas en Radio Nacional, después como auxiliar de redacción en El Día de Guadalajara, más tarde ya como redactora en La Voz de la Sagra, para volver a mis orígenes en la sección de provincia de la ya desaparecida cabecera de El Día.

 

El desempleo me ha ofrecido otras perspectivas de esta profesión desde lo que yo llamo voluntariado periodístico. Hasta hace muy poco desarrollaba un programa de radio dedicado a la comarca de Molina de Aragón, “A Cotenas por la radio”, que se emite cada sábado de 12,00 a 14,00 horas en EsRadio (102.2 FM); escribo todos los jueves en el blog de opinión “El Hexágono de Guadalajara”, impulsado por otros cinco periodistas en paro (www.elhexagono.wordpress.com); colaboro mensualmente con el programa “19 Horas” de Canal 19; escribo en varias publicaciones de distinta índole y, de vez en cuando, actualizo mi blog personal “Cajón de Sastre” (www.perruquilla.woordpress.com).

 

Pero no pretendo engañarme. No, no soy periodista. El desempeño de esta profesión me ha convertido en otra cosa, no sé si mejor o peor, simplemente es distinta. Lo que realmente soy es contadora de historias. Sí, de esas que de otra manera nunca existirían porque nadie se molestaría en contarlas. Sé muy bien cuáles son los efectos perversos de no existir, porque provengo de una comarca olvidada. Las palabras tienen esa magia, hacen que las cosas existan y al pronunciarlas, al dejar constancia de ellas por escrito –ya sabemos, verba volant, scripta manent- en ocasiones, se enciende una chispa que enciende la mecha de la voluntad, y entonces todo es posible.

 

Mi verdadera vocación es llegar a ser la mejor contadora de historias posible y que mi vida me alcance para contarlas todas.

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